septiembre 12, 2008

"DÉCIMAS A DIOS" DE PITA AMOR. (TERCERA Y ÚLTIMA PARTE)


Esta es la tercera y última parte de uno de mis poemas favoritos. Espero sus comentarios

Harás, con mi carne, lodo;
con mi corazón, simiente;
con mi sangre, nuevamente
vida le darás a todo.
Pero, dime, ¿qué acomodo
a mi angustia le hallarás?,
¿en dónde colocarás
mi abismo de soledades?...
¡Sólo inventando oquedades
que no terminen jamás!

Tú sabes de mis pavores
y de mis noches eternas;
de las batallas internas
en que luchan mis ardores
contra los bruscos rigores
de mi helado pensamiento;
conoces mi sufrimiento,
y no me quieres salvar.
¿Qué intentas conmigo hallar?
¿Te sirvo de experimento?

¿Tú inventaste el pensamiento?
o, ¿él es el que te inventó?
¿Quién a quién martirizó,
fabricando este tormento:
la angustia que va en aumento?
Si el pensamiento te hizo,
por soberbio y enfermizo,
¡que pague su vanidad!
Mas, si eres tú la verdad,
¡libértame de tu hechizo!

Con el corazón te llamo,
con los nervios te deseo,
con la mente no te veo,
y por la vanidad te amo.
De ausencia tuya me inflamo:
no existes y estás presente;
eres el eterno ausente
que de la angustia nació,
y la soledad nutrió
haciéndote omnipotente.

¿Por qué con mi inteligencia
te niego rotundamente,
y en mi corazón candente
ya siento latir tu esencia?
Si te inspirase clemencia
y mi tormento midieras,
de mi corazón partieras
dejándolo desolado;
o a mi cerebro ofuscado
con tu presencia invadieras.

La angustia y la vanidad,
fundidas, te han inventado,
y después te han obligado
a ser la sola verdad.
Quiso la fatalidad
que me tocases de herencia;
mas me persigue tu ausencia
y me da espanto mi suerte,
pues voy a morir sin verte
y sin comprender tu esencia.

¿Acaso tú has conocido
mi conciencia destructora,
la soledad invasora
y las muertes que he vivido?
Si tú hubieses padecido
un instante de amargura,
el pavor de la negrura
y la impotencia de ser
habrías hecho de mi ser
de una materia más pura.

¡Ay, cómo te comprometo
con mi egoísta insistencia
de reclamar tu presencia
violando así tu secreto!
Sé que lanzo casi un reto
al no aceptarte como eres.
Pero dime, ¿qué prefieres?
¿Que por cobardía calle
o que, torturada, estalle
diciendo cuánto me hieres?

¿Por qué tratas de ocultarte
y de ser tan misterioso,
cuando el corazón ansioso
te siente y no puede hallarte?
¿Por qué no quieres mostrarte?
Dime, si tiene sentido,
que tú existas escondido,
sabiendo que tu presencia
salvaría mi existencia
de la angustia y del olvido.

Quizá tú eres mi locura
y por enferma te anhelo;
aunque no busques tu cielo,
ni intente escalar tu altura.
Es que es tanta la amargura
de sola habitar mi vida,
que por hallarme perdida
en un mar de sensaciones,
pretendo que me aprisiones
dándome en tu ser cabida.

Ven disfrazado de amor,
de silencio, de quietud,
de ternura, de virtud,
pero aprovecha mi ardor.
A este fuego abrasador
que en mi corazón llamea,
dale un motivo que sea
como eterno combustible.
¡Ya vuélvete, Dios, visible!
¿Qué pierdes con que te vea?

No, no es después de la muerte,
cuando eres, Dios, necesario;
es en el infierno diario
cuando es milagro tenerte.
Y aunque no es posible verte
ni tu voz se logra oír,
¡qué alucinación sentir
que en la propia sangre habitas,
y en el corazón palpitas,
mientras él puede latir!

¿Qué cosas podré decirte
si todo te lo he contado?
Que eres mi Dios inventado
y que insisto en perseguirte;
que mi ambición es sentirte
en todo y a cada instante;
pero que estás muy distante,
más allá del universo.
Entonces ¿por qué converso
contigo, imposible amante?

¡Hoy Dios no quiso venir!...
Se fatiga de escucharme,
y no es que deje de amarme,
es que se cansa de oír
que yo lo obligo a existir
rogándole que se muestre.
Soy tan humana y terrestre,
que lo deseo en presencia;
pero si hallo al fin su esencia,
tal vez a Dios lo secuestre...

Hoy Dios llegó a visitarme,
y entró por todos mis poros;
cesaron dudas y lloros,
y fue fácil entregarme
pues con sólo anonadarme
en la exaltación que tuve,
mi pensamiento detuve,
y al fin conseguí volar...
¡Sin moverme, sin pensar,
un instante a Dios retuve!