septiembre 19, 2008

7:19 HRS.

7:19 hrs. 19 de Septiembre, el año de 1985. Hacía 3 noches México había gritado de alegría en sus plazas. Se celebraba un aniversario más de su independencia, había felicidad en la patria, todos eran felices sin imaginar lo que días después vivirían. Para algunos, esta noche del grito fue su última alegría, su última oportunidad de estar con los que estimaba, quizá su última cena en familia.

Hoy, 19 de Septiembre, se cumplieron 23 años de la mayor tragedia del México moderno. Eran las 7:19 de la mañana cuando un país se despertaba, se preparaba para ir al trabajo, a la escuela, o ya se encontraba realizando alguna actividad, cotidiana y rutinaria, como es la vida de los habitantes de las grandes metrópolis.

Eran las 7:19 cuando se movieron no sólo los cuerpos, sino todo aquello que el hombre había hecho para cubrir sus necesidades. Fue el momento en que la vida hacía una mala jugada, separando familias, hiriendo y matando a aquellos que tuvieran vida, o esperanzas, ilusiones... fue el momento en que a los privilegiados los dejó con poco, y a los humildes los dejó sin nada.

Después de ese momento todo fue confusión, los grandes edificios construidos en el siglo XX, obra y arte de la arquitectura contemporanea, ahora eran ruinas, piedras simplemente. El aspecto urbano del que muchos se habían orgullecido era ya un mero sueño, había incendios por todas partes, se oían sirenas ir y venir, salían sustancias de entre las ruinas como gotas o como hilos gruesos que pretendían formar un río; esas sustancias eran agua, desechos, pero también salía sangre, que era de aquellos que no habían podido salir y habían quedado atrapados, soportando el peso de lo que les había costado levantar.

Me pregunto ¿a qué olería la ciudad? porque cada ciudad tiene su olor característico: a smog, a suciedad, a gente, etc., pero esos días la ciudad olía a desesperación, a tristeza, pero más que nada, olía a muerte, de todos aquellos que no serían rescatados. ¿Cuántos fueron los que nunca aparecieron? Nadie sabe la cifra exacta, pero todo el pueblo asegura que fueron más de los que se reportan en los números oficiales.

Pero dentro de la tragedia México escubrió que sus habitantes son solidarios, ya que las primeras brigadas de rescate fueron hechas con el mismo pueblo, con los familiares de las víctimas y no se conformaron con hayar sólo a sus familiares o a los cadáveres, sino que siguieron ayudando a quienes lo necesitaron. Se demostró que el pueblo unido, puede realizar más de lo que se imagina, usando inclusive lo más básico. Se dieron también milagros, rescates de personas, de hombres, mujeres, niños y bebés que habían sobrevivido con el último aliento que sus madres les dieron, con esa única herencia que podían dejarles.

23 años han pasado desde aquel amanecer fatídico, aquello que ni los grandes tiranos y políticos del siglo pasado, o los colonizadores que vieron en estas tierras oportunidades, se habrían imaginado. Pero México surgió como el ave fenix, y surgió con más fuerza y empuje hacia el futuro que le esperaba.

La estructura se reconstituyó, pero las heridas en el pueblo nunca sanaron; ya han pasado 23 años, y pasarán 100, 1000 o la eternidad y nunca cerrarán las heridas causadas por perder lo que habían, con trabajo, conseguido para su familia, a quien también perdieron en esta tragedia. Muchos jamás volvieron a ver a sus amigos, a sus padres, a sus hijos o a sus parientes, por ello, las heridas siempre estarán abiertas en tu corazón y en tu alma, México.

septiembre 18, 2008

JUAN PABLO I: UN MENSAJE

Este mensaje fue dirigido por el Siervo de Dios Juan Pablo I el 10 de Septiembre de 1978, en el acostumbrado Ángelus. Es un mensaje que causó, en su tiempo, cierta polémica al mencionar algo sobre la figura de Dios. En las siguientes líneas reproduzco el mensaje traducido al español.


"En Camp David, América, los Presidentes Carter y Sadat y el Primer Ministro Begin están trabajando por la paz en Oriente Medio.

Todos los hombres tienen hambre y sed de paz; la tienen sobre todo los pobres que son los que más pierden y sufren en los conflictos y las guerras; por esto miran con interés y gran esperanza la reunión de Camp David. También el Papa ha orado, ha exhortado a orar y sigue orando para que el Señor se digne asistir los esfuerzos de estos hombres políticos .

Me ha causado muy buena impresión el hecho de que los tres Presidentes hayan querido manifestar públicamente su esperanza en el Señor a través de la oración. Los hermanos en religión del Presidente Sadat suelen decir: «en una noche negra, hay una piedra negra y sobre la piedra, una hormiga insignificante; pero Dios la ve, no la olvida». El Presidente Carter, que es cristiano fervoroso, lee en el Evangelio: «Llamad y se os abrirá, pedid y se os dará. Ni un cabello de vuestra cabeza caerá sin la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos» Y el Premier Begin recuerda que el pueblo hebreo pasó momentos difíciles y se dirigió al Señor lamentándose y diciendo: «Nos has abandonado, nos has olvidado». « No», respondió Dios por medio del profeta Isaías: «¿Puede acaso una madre olvidar a su hijo? Pero si sucediera esto, jamás olvidará Dios a su pueblo».

Los que estamos aquí tenemos los mismos sentimientos; somos objeto de un amor sin fin de parte de Dios. Sabemos que tiene los ojos fijos en nosotros siempre, también cuando nos parece que es de noche. Dios es Padre, más aún, es madre. No quiere nuestro mal; sólo quiere hacernos bien, a todos. Y los hijos, si están enfermos, tienen más motivo para que la madre los ame. Igualmente nosotros, si acaso estamos enfermos de maldad o fuera de camino, tenemos un título más para ser amados por el Señor.
Con estos sentimientos os invito a rezar junto con el Papa por cada uno de nosotros, por Oriente Medio, por Irán, por el mundo entero."

septiembre 15, 2008

MÉXICO


México es un país de contrastes, encontrados en su variedad de climas, flora y fauna, culturas; es un país rico en personalidades, en formas de ser, en costumbres y tradiciones; pero si por algo es conocido y recordado nuestro país en el mundo es por su colorido, por su ancestral historia y por la calidad de su gente, por esa capacidad de hacer fiesta por la vida, por la muerte, por su historia y sus fechas significativas.

Nuestra cultura es resultado de los procesos históricos que han implicado relaciones de poder, intercambios con otras culturas y asimilación de éstos que han forjado una identidad nacional fascinante. Sobre este tema, quiero citar a uno de los grandes de la cultura mexicana, a José Vasconcelos, quien dijo que México era una suerte de "crisol" en el que confluían todas las razas. A la construcción de la cultura y de la historia del país habían contribuido lo mismo los europeos que los indígenas, los africanos que los asiáticos. Por lo tanto, los mexicanos por definición eran mestizos, culturalmente, eran la raza cósmica, aquella en que se conjuntaban lo mejor de todos los pueblos del orbe.

México también es rico en su folclor, en esos trajes de charro, o las chinas poblanas, típicas de estas tierras; en su música con el mariachi tocando el ya famoso jarabe tapatío, los sones jarochos, los sonidos de la Huasteca, o las marimbas que tanto alegran una buena comida, que, dicho sea de paso, en México tenemos para deleitar el paladar de la humanidad, como por ejemplo el ya famoso mundialmente mole poblano, los chiles en nogada, las chalupas, los tamales, las enchiladas, el pozole, las flautas, los huaraches y un sinfín de antojitos mexicanos. Al igual que la variedad de dulces que tenemos a ofrecer: camotes, pepitas, jamoncillos, chongos, ates, natillas entre otros que son tan ricos.

Quien de nosotros en algún momento de nuestra educación nos han puesto a bailar algo típico de México, como la danza de los viejitos, la del venado, alguna polca del norte, o algún baile sureño, como los de la Guelaguetza.

Y cómo olvidar que México es un país sumamente guadalupano, cómo no mencionar ese gran amor mutuo de una Madre y sus hijos, una Madre que es mestiza, que se quedó en estas tierras para cuidar personalmente a sus hijos e hijas, a compartir con ellos sus desgracias, pero también sus alegrías. Y cómo estos hijos responden a la Madre, la veneran, acuden a su Casita del Cerro a ofrecerle lo que pueden: algunos flores bellísimas, otros flores sencillas, algunos más veladoras, otros en cambio sólo le ofrecen su corazón, su esfuerzo y su cansancio por las grandes caminatas que realizan para el encuentro. Es parte también de nuestra cultura, pero también de nuestros valores, el que en cada casa, negocio, taller y otros lugares exista un retablo, aunque sea pequeño y humilde, dedicado a la Nuestra Señora. Esto también es México, porque ella forjó a esta patria, a este suelo; no por nada el cura Hidalgo la eligió como estandarte de la causa que gestaría a un nuevo país.

En fin, México es rico en cultura y en valores, como el de la solidaridad, la religiosidad y la fraternidad familiar. Preguntando a un buen amigo mío que actualmente reside en Perú qué extrañaba de México, me comentó que allá sentía nostalgia por la comida mexicana, unas tortillas calientes, y disfrutar a su familia, salir con sus amigos, el estar con todos ellos.

Cuando se vive en México no nos agrada, pero cuando estamos lejos se extraña, hasta en lo más sencillo; por ello, debemos amar lo que es nuestro, amar esta tierra y todo lo que nos da, no debemos perder nuestros valores y menospreciar a este país que en su autenticidad es bellísimo. Nuestra bandera ganó como la más bonita del mundo, ahora busquemos que nuestro país gane como el más bonito y eso depende de ti, de mi y de todos, hagamos más grande a este país.

Comentarios: paroledicoraggio@gmail.com

septiembre 12, 2008

"DÉCIMAS A DIOS" DE PITA AMOR. (TERCERA Y ÚLTIMA PARTE)


Esta es la tercera y última parte de uno de mis poemas favoritos. Espero sus comentarios

Harás, con mi carne, lodo;
con mi corazón, simiente;
con mi sangre, nuevamente
vida le darás a todo.
Pero, dime, ¿qué acomodo
a mi angustia le hallarás?,
¿en dónde colocarás
mi abismo de soledades?...
¡Sólo inventando oquedades
que no terminen jamás!

Tú sabes de mis pavores
y de mis noches eternas;
de las batallas internas
en que luchan mis ardores
contra los bruscos rigores
de mi helado pensamiento;
conoces mi sufrimiento,
y no me quieres salvar.
¿Qué intentas conmigo hallar?
¿Te sirvo de experimento?

¿Tú inventaste el pensamiento?
o, ¿él es el que te inventó?
¿Quién a quién martirizó,
fabricando este tormento:
la angustia que va en aumento?
Si el pensamiento te hizo,
por soberbio y enfermizo,
¡que pague su vanidad!
Mas, si eres tú la verdad,
¡libértame de tu hechizo!

Con el corazón te llamo,
con los nervios te deseo,
con la mente no te veo,
y por la vanidad te amo.
De ausencia tuya me inflamo:
no existes y estás presente;
eres el eterno ausente
que de la angustia nació,
y la soledad nutrió
haciéndote omnipotente.

¿Por qué con mi inteligencia
te niego rotundamente,
y en mi corazón candente
ya siento latir tu esencia?
Si te inspirase clemencia
y mi tormento midieras,
de mi corazón partieras
dejándolo desolado;
o a mi cerebro ofuscado
con tu presencia invadieras.

La angustia y la vanidad,
fundidas, te han inventado,
y después te han obligado
a ser la sola verdad.
Quiso la fatalidad
que me tocases de herencia;
mas me persigue tu ausencia
y me da espanto mi suerte,
pues voy a morir sin verte
y sin comprender tu esencia.

¿Acaso tú has conocido
mi conciencia destructora,
la soledad invasora
y las muertes que he vivido?
Si tú hubieses padecido
un instante de amargura,
el pavor de la negrura
y la impotencia de ser
habrías hecho de mi ser
de una materia más pura.

¡Ay, cómo te comprometo
con mi egoísta insistencia
de reclamar tu presencia
violando así tu secreto!
Sé que lanzo casi un reto
al no aceptarte como eres.
Pero dime, ¿qué prefieres?
¿Que por cobardía calle
o que, torturada, estalle
diciendo cuánto me hieres?

¿Por qué tratas de ocultarte
y de ser tan misterioso,
cuando el corazón ansioso
te siente y no puede hallarte?
¿Por qué no quieres mostrarte?
Dime, si tiene sentido,
que tú existas escondido,
sabiendo que tu presencia
salvaría mi existencia
de la angustia y del olvido.

Quizá tú eres mi locura
y por enferma te anhelo;
aunque no busques tu cielo,
ni intente escalar tu altura.
Es que es tanta la amargura
de sola habitar mi vida,
que por hallarme perdida
en un mar de sensaciones,
pretendo que me aprisiones
dándome en tu ser cabida.

Ven disfrazado de amor,
de silencio, de quietud,
de ternura, de virtud,
pero aprovecha mi ardor.
A este fuego abrasador
que en mi corazón llamea,
dale un motivo que sea
como eterno combustible.
¡Ya vuélvete, Dios, visible!
¿Qué pierdes con que te vea?

No, no es después de la muerte,
cuando eres, Dios, necesario;
es en el infierno diario
cuando es milagro tenerte.
Y aunque no es posible verte
ni tu voz se logra oír,
¡qué alucinación sentir
que en la propia sangre habitas,
y en el corazón palpitas,
mientras él puede latir!

¿Qué cosas podré decirte
si todo te lo he contado?
Que eres mi Dios inventado
y que insisto en perseguirte;
que mi ambición es sentirte
en todo y a cada instante;
pero que estás muy distante,
más allá del universo.
Entonces ¿por qué converso
contigo, imposible amante?

¡Hoy Dios no quiso venir!...
Se fatiga de escucharme,
y no es que deje de amarme,
es que se cansa de oír
que yo lo obligo a existir
rogándole que se muestre.
Soy tan humana y terrestre,
que lo deseo en presencia;
pero si hallo al fin su esencia,
tal vez a Dios lo secuestre...

Hoy Dios llegó a visitarme,
y entró por todos mis poros;
cesaron dudas y lloros,
y fue fácil entregarme
pues con sólo anonadarme
en la exaltación que tuve,
mi pensamiento detuve,
y al fin conseguí volar...
¡Sin moverme, sin pensar,
un instante a Dios retuve!