El Domingo pasado leí una carta que escribió el Director del Centro Internacional de Difusión de la Divina Misericordia, el Padre Eugenio Lira Rugarcía, para el Semanario Koinonía, y me permito transcribirla en las siguientes líneas por su gran importancia.
He aquí la carta:
En dicho Congreso Mundial, reunidos como Iglesia, rogaremos al Señor nos ilumine con su Espíritu de modo que seamos capaces de ser verdaderos discípulos y misioneros suyos.
Por Pbro. Eugenio Lira Rugarcía
“Es verdaderamente maravilloso el modo cómo la devoción a Jesús misericordioso progresa en el mundo contemporáneo y conquista tantos corazones [1]” afirmaba el Papa Juan Pablo II.
Y eso, porque en esta devoción, siguen resonando en todo el mundo, a través de su Iglesia, las palabras, pronunciadas por aquel que, enviado por el Padre –creador de todas las cosas—, se encarnó por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación: “Vengan a Mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mt 11, 28).
En los cinco continentes es frecuente encontrar por todos lados la preciosa imagen de la Divina Misericordia. Muchos rezan la Coronilla, a las tres de la tarde se sumergen en la Pasión del Señor, hacen la Novena, celebran con devoción la Fiesta de la Divina Misericordia, leen el Diario de santa Faustina, y se esfuerzan, con el auxilio de la gracia de Dios, en profesar, proclamar, celebrar y practicar, de muchas maneras, la misericordia divina.
Por eso, representando a los millones de devotos del mundo, cerca de 7,000 personas, y 200 delegados oficiales se reunirán en Roma, para participar en el primer Congreso Apostólico Mundial sobre la Divina Misericordia, que se celebrará en el aula Paulo VI del Vaticano, del 2 al 6 de abril de 2008, con motivo del tercer aniversario del fallecimiento del Siervo de Dios Juan Pablo II, el cual será inaugurado y clausurado por el Papa Benedicto XVI.
El objetivo de este Congreso será “mostrar claramente que la misericordia es el núcleo central del mensaje cristiano”, como ha señalado su presidente, el cardenal Christoph Schönborn, O.P, arzobispo de Viena, quien afirma: “Este mensaje promueve la paz en el mundo, entre los pueblos y las religiones. Ayuda a descubrir el verdadero rostro de Dios, además del verdadero rostro del ser humano y de la Iglesia”.
Gracias a Dios, el Centro Internacional de Difusión de la Divina Misericordia, fundado por el Excmo. Sr. Rosendo Huesca Pacheco, Arzobispo de Puebla, ha sido invitado a participar activamente en este Congreso. Con asombro y gratitud, además de haber sido convocado a la reunión preparatoria con representantes de los cinco continentes en mayo de 2007, he recibido la encomienda, por parte del Comité Central, de impartir una conferencia, que tendrá por tema: “la práctica de la misericordia según la enseñanza de Jesús para hoy”.
En dicho Congreso Mundial, reunidos como Iglesia, rogaremos al Señor nos ilumine con su Espíritu de modo que seamos capaces de ser verdaderos discípulos y misioneros suyos. “Porque esperamos encontrar en la comunión con Él la vida –ha dicho el Papa Benedicto XVI—, la verdadera vida digna de ese nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás” [2]
Todo ha sido creado, sostenido y recreado por Dios. En Cristo, muerto y resucitado, el universo entero ha dado el salto evolutivo más importante y definitivo, alcanzando la plenitud sin fin. Por eso, escuchándole y sabiendo quién es Él y qué significa en nuestra vida, en la historia, y para el presente y el futuro de la humanidad y del cosmos entero, nos daremos cita en el Congreso Apostólico Mundial de la Divina Misericordia, para exclamar, en comunión con el Vicario de Cristo, lo mismo que san Pedro: “Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69).
¿Cómo ser hoy discípulos y misioneros de Cristo, Divina Misericordia?: dejándonos amar por Él –que en su Palabra y en sus sacramentos nos sale al encuentro—, para poder confiar en su amor indefectible, y así, amarnos rectamente a nosotros mismos, y amar a los demás, con un amor creativo, concreto y activo, escuchando, como dirigidas a nosotros, las palabras de Jesús a santa Faustina: “Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera la acción, la segunda la palabra, la tercera la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia” [3]
Implorando la ayuda de Dios, por intercesión de la Madre de la Divina Misericordia, de santa Faustina, y de todos los ángeles y santos, haciendo bien lo que nos toca, podremos escuchar del Señor, cuando llegue la hora, aquellas palabras de victoria: “¡Bien, siervo bueno y fiel!... entra en el gozo de tu señor” (Mt 25,21). Esto es lo que recordaremos, celebraremos y viviremos en el Congreso Apostólico Mundial de la Divina Misericordia, que les suplico encomendar en sus oraciones.
REFERENCIAS
[1] JUAN PABLO II, Homilía en la beatificación de Sor Faustina, 18 de abril de 1993.
[2] BENEDICTO XVI, Discurso inaugural a la V CELAM, Aparecida, Brasil, 13 de mayo de 2007, n. 3
[3] KOWALSKA Faustina, Diario la Divina Misericordia en mi alma, Op. Cit., n. 742.
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