abril 10, 2008

CUADROS DE UNA VIDA EPISCOPAL.


A continuación transcribo un fragmento de este artículo sobre Corripio Ahumada, escrito por Francisco María Aguilera González. El artículo completo está en: http://www.siame.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=2801&Itemid=22

CUADRO CUARTO

Puebla acogió por dos veces a Ernesto Corripio. Las primera ocasión en diciembre de 1930. Ernesto todavía un niño, contaba con once años.

Puebla tiene la vivencia paradójica de una tradición colonial y republicana, devota y liberal, criolla y mestiza. Es un poco como el espejo de un México, que parece llevar en su esencia misma una misteriosa contradicción, que a la vez lo enriquece y lo empobrece.

El seminario de Puebla, donde fue inscrito Ernesto como alumno de la Diócesis de Tampico, lleva con orgullo el titulo de perseguidor y perseguido de los jesuitas.

Puebla con su rica cultura, con sus artesanías, con el exuberante barroco de sus iglesias y sus conventos, con su clima benigno, con el horizonte majestuoso de sus volcanes, y la ilimitada extensión de sus llanuras, pobladas de magueyes, Puebla, tierra adentro era un paisaje y un hábitat totalmente diferente del que había alimentado los ojos y el alma de Ernesto en su infancia.

El Seminario Palafoxiano guarda una reserva fuerte tradición escolástica. En ese ambiente Ernesto, el seminarista, aprendió las humanidades clásicas y se inició en la filosofía. Allí se robusteció su devoción a la Eucaristía y a la Virgen María y se vigorizó su vocación al Sacerdocio. De ahí salió hacia mediados de 1935, a Roma, al Colegio Pio Latino Americano y a la Universidad Gregoriana.

Treinta y siete años después, en julio de 1967. Puebla recibía de nuevo a Ernesto Corripio Ahumada. Ahora venía de Oaxaca y esta vez ya no como alumno del Seminario Palafoxiano, sino como sucesor del Arzobispado Palafox y Mendoza, en la sede de la maravillosa Catedral, que bien pudo haber sido construida por los Ángeles que diseñaron la Ciudad.

Como Obispo venía ahora enriquecido con la experiencia de once años de ministerio en la Diócesis de Tampico y de nueve años de episcopado en la Arquidiócesis de Oaxaca. Pero esta vez su estancia en Puebla fue muy breve, apenas dieciséis meses. Con todo, el Arzobispo Corripio se ganó el corazón de los poblanos. No podía ser de otra manera: su adolescencia y su primera juventud se impregnaron de sabor a Puebla.

1 comentario:

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